El chef Álvaro Romero es un talento reconocido en el medio gastronómico local. Creativo y disciplinado, hizo escuela con Carlos Meyer en los primeros tiempos del restaurant Europeo – del cual se haría cargo años más tarde -, y lideró los fogones del Hotel The Singular. Tras ello y otros proyectos, hoy lo vemos – y lo decimos literalmente con cocina a la vista -, relajado pero atento a cada detalle en su propio restaurante: La Mesa. Abierto hace poco más de dos meses, comparte el escenario con otro capo de la cocina, César Sierra, partner con el cual ya había compartido los fuegos precisamente en The Singular y el Europeo. No hay que adivinar entonces que esta dupla y su equipo prometen, y el camino para lograrlo es una propuesta que lejos de la sofisticación, busca atraer al comensal a un espacio donde la comida se disfruta de manera simple, sin pretensiones, como en casa . «La Mesa, es “la mesa”, el lugar más importante de tu casa, donde ocurren cosas, se conversa, se celebra, se discute y se llegan a acuerdos. La idea es esa, acompañándola de una comida casual pero preocupada, con técnica y sabrosa por sobre todo» nos explica Sierra, quien tomó este nuevo desafió propuesto por Romero tras dos años en Valparaíso a cargo de la cocina del Hotel y Restaurante Verso.
La carta es breve y eso se aplaude cuando se trata de una cocina de producto, más aún cuando trabajan directamente con los productores y bajo una visión que apuesta por lo sustentable. A la consistencia del discurso, se suma entonces el resultado, sabores y texturas que, sin pirotecnias, logran cautivar. Para partir, el Tártaro de Vegetales ($ 6.500, en la foto anterior) es una maravilla y está hecho a base de betarraga y pimiento rojo asado, emulsión de miso, pepinos encurtidos y mostaza de la casa. Su textura cremosa, para no dejar de cucharear, contrasta con un crunchie mote suflado que completa el conjunto. En los fondos, una Pesca del día ($ 10.000 ) – en este caso rollizo -, soberbia, servida en la reducción de su propio caldo cuyo sabor se potencia y hace match con una pequeña ensalada compuesta de hinojo, manzana, miel, ajo y nueces; o un Flat Iron – corte que proveniente de la punta paleta del vacuno y que vive un auge en las mesas de Santiago – ($ 8.000), bien hecho, jugoso y al punto pedido, y que se puede acompañar por ejemplo de papas semilla o pasta fresca (cualquier guarnición cuesta aquí $ 4.000). En el postre, cinco alternativas, y ahí vuelve a cobrar sentido lo sustentable con Óbolo ($ 5.000, en la foto que sigue), elaborado con chocolate artesanal del mismo nombre y que es un icono del bean to bar chilensis. Montado como un parfait, lleva crema pastelera de café, dentelle crocante de nibs de cacao, y un curioso polvo de hongos que le da un toque terroso y lo que parece un ligero sabor ahumado.
En lo que a vinos respecta, sus precios son razonables pero cuenta en su gran mayoría con etiquetas clásicas y de viñas tradicionales, por lo que se extraña una selección más acorde a su propuesta con etiquetas de pequeños productores y variedades más jugadas. Es de esperar que la vayan ajustando, al igual que algunos detalles en el servicio, que por ahora no le restan puntos a este lugar luminoso y rico que tiene que ser visitado y celebrado. Con la mejor relación precio-calidad de Vitacura, aquí, la mesa está servida.
La Mesa.
Alonso de Córdova 2767, Vitacura.
Teléfono +56-229297005
restaurantlamesa.com/
@lamesa_chile
Fotografías: Créditos La Mesa.