Playas interminables, aguas turquesas y caipiriñas. Maceió es eso y mucho más. Con temperaturas que promedian los 28°, es un lugar para disfrutarlo en cualquier época del año. Y para comérselo. Ojo con esta ruta por este paraíso brasileño.
Lopana. Ondero y playero, este lugar está en plena playa de Ponta Verde y es uno de los lugares que prende las tardes y noches en Maceió. Sus mesas al aire libre y con vista al mar, son un espacio ideal para compartir un par de cócteles como el clásico Mojito (18 R$), o más elaborados como el Club Lyon (28 R$), una preparación a base de gin, té naranja-maracuyá-jengibre, limón, mango, syrop de jengibre y tónica. Hay música en vivo, lo cual anima a seguir y compartir algunos petiscos, entre los que no faltan preparaciones a base de bacalao, siri, camarones o carne de sol, esta última una preparación típica de Brasil donde la carne se deja secar literalmente al sol. Para probar: Peixe á bananeira (64 R$), rico filete de pescado asado – entre los cuales puede ser Amarela, según la disponibilidad del día – acompañado de arroz blanco y puré de plátano gratinado. Y al final, junto a un shot de Jacks Daniel´s (a solo 19 R$, poco más de 3 mil pesos), buena idea es tentarse por Sequencia Callebaut (19 R$), un juguetón postre con 4 minicopas de chocolate de diferentes rellenos.
Av. Silvio Carlos Viana, 27 – Ponta Verde.

Imperador dos Camarões. Dicen que si se va a este lado de Brasil, no se puede volver sin probar sus camarones. De gran calibre, se encuentran en muchos de sus restaurantes, destacando este lugar que se anuncia como el creador del Chiclete de Camarón (68,9 R$), un famoso plato de la región cuyo nombre se debe a su textura “chiclosa” originada por una combinación de cinco quesos fundidos, ingredientes a los que se suman aceite de palma, hierbas y especias. Con versiones para una o dos personas, el plato es bien contundente – su mezcla de quesos contiene gorgonzola, parmesano, mozzarella, provolone y requeijão – y viene acompañado de arroz blanco y papas hilo. La Moqueca, típica en amplias zonas de Brasil, es una especie de guiso que contiene leche de coco, aceite de palma, cebolla, tomate y cilantro y que habitualmente se sirve con pescado. Además de esa clásica versión, aquí no falta la Moqueca de Camarones (122,5 R$ para dos), cocinada también con legumbres y acompañada de arroz blanco, Pirão de coco (una especie de puré) y farofa con aceite de palma. Para probar: Todo lo anterior además de su power caipiriña.
Av. Dr. Antônio Gouveia, 607 – Praia de Pajuçara.

Parrilla 759. Es el nuevo lugar de moda de Maceió. Instalado en la costanera de la playa Pajuçara, en medio de una zona de hoteles, su propuesta son los cortes de carnes premium de animales criados en Rio Grande do Sul – una de las regiones ganaderas más grandes de Brasil -, Argentina y Uruguay. El local es amplio y cuenta con una rica terraza animada con un gran mural cuyos dibujos al más puro estilo de un comic, celebran a la parrilla y al buen beber. Precisamente ahí, está instalada la barra en la cual se despachan frescas Caipiriñas y otros cócteles como un piscinero y bien preparado Gin Tonic, además de cervezas locales. Varios días de la semana hay música en vivo que varía desde bossa nova hasta clásicos del rock. Para probar: Fraldinha uruguaia ( 54,90 R$), 400 grs de exquisita y jugosa entraña Angus que llega junto a un batallón de cinco acompañamientos que varían día a día – como todas sus carnes – incluyendo por ejemplo arroz con alcachofas, farofa con bacon, chimichurri, feijao y ensaladilla de hojas verdes con vinagreta de la casa. Pero ojo, no hay que irse sin probar también el Pudim da sogra (15,95 R$), que sobresale por un increíble toque ahumado en su caramelo.
Av. Dr. Antônio Gouveia, 759 – Pajuçara.

Janga. Es el restaurant más top de Maceió y su fama la tiene merecida. Con listas de espera para ocupar sus mesas – la recomendación es llegar temprano, entre las 19 y 20 hrs -, cuenta con una gastronomía de gran nivel donde los productos del mar son los protagonistas. Con un servicio a la altura, Sommelier incluido – algo poco visto en Maceió – , su cocina trae a la mesa generosos platos, muchos de ellos para compartir e indicados en la carta para dos o más personas. Entre sus platos no falta la langosta, el siri (carne de cangrejo), el bacalao y distintos pescados grillados, los cuales se pueden disfrutar con algunos de los vinos disponibles en su carta (con precios que parten en 100 R$), y donde destacan etiquetas de Argentina, Chile, Italia y Portugal. Para probar: buena idea es partir con su blandito y sabroso Pulpo a la española (69 R$), el cual viene con papines, tomates cherry y cebolla, para luego pedir el Navegador (129 R), tremendo y enjundioso plato para dos donde un filete de róbalo grillado y cubierto con láminas de ajo viene sobre un rico risotto de camarones. Al final, imperdible son sus crocantes churros con dulce de leche ( 29 R$).
R. Gen. João Saleiro Pitão, 1296 – Ponta Verde.

Najuany Bistró. Un pequeño comedor, íntimo y con cocina a la vista dan vida a este restaurante enclavado a pasos de la playa de Jatiúca. Al igual que en Janga, el vino es aquí parte esencial de la experiencia, eso sí, con una carta mucho más acotada y donde también se dejan ver etiquetas chilenas, con un par de frescos Pinot Noir de Casablanca. Su cuidada, rica y a la vez sencilla gastronomía, tiene influencias europeas que no olvidan sus raíces locales y latinas, con platos que se disfrutan lentamente a la luz de las velas y bajo una suave música de fondo (boleros incluidos). El servicio es atento, y entre sus preparaciones – todas con un toque de autor – hay pescados, mariscos, pato, vacuno y hasta unas longanizas hechas en casa. Para probar: Puré de mandioca y parmesano grillado con longaniza casera y salsa de pimienta (36 R$), seguido de Pescado a Baronesa (58 R$), un filete de róbalo grillado que llega a buen punto con salsa de camarones, vino y hierbas, acompañado de linguine bañado en la misma salsa. Memorable.
R. São Francisco de Assis, 73 – Jatiúca.