Situado en plena región del Maule y surcado por el río Mataquito, el Valle de Sagrada Familia lleva al menos seis décadas produciendo vinos de distinto cepaje, pero es ahora que su nombre toma más fuerza que nunca. En un esfuerzo conjunto por lograr la Denominación de Origen, se han reunido distintas viñas, distintos proyectos y visiones en aras de una sola misión: potenciar el territorio, darle identidad a la zona y buscar a través de sus vinos las características que la hacen única. El camino no ha sido fácil, como todo implica ensayo y error, pero luego de asistir al lanzamiento de su proyecto como D.O, pudimos presenciar distintas maneras de comprender su terroir. Y hay un entretenido ramillete de viñas como la cooperativa Lautaro – compuesta por un puñado de pequeños productores -, J.A. Jofré Wines – proyecto que ya lleva algunos años y cuyos vinos se han ganado el reconocimiento -, o viñas más tradicionales como Korta y Valdivieso, a las que esperamos que se sumen muchas más. De lo probado en esta oportunidad, destacaron Korta K Irune 2017, un ensamblaje a base de Viognier, Riesling y Sauvignon Blanc, de aromas maduros, boca oleosa, cremosa, con dulzor y densidad; J.A. Jofré Vinos Fríos del Año, Garnacha/Petit Verdot 2016, un rosado cuya nariz trae recuerdos a damasco, hojas verdes y frutilla verde, con una boca jugosa, larga y de rica acidez; Korta Reserva de Familia 2014, una mezcla de Petit Verdot, Carmenere, Cabernet Franc y Syrah, con notas a frutos rojos y negros maduros, boca jugosa, larga y vibrante; Lautaro Reserva 2015, ensamblaje a base de Cabernet Sauvignon, Carmenere y Merlot, con notas frescas y frutales, mucha fruta roja y un paladar consecuente con la nariz, de cuerpo medio y fresco.
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