Hay lugares que encantan desde el primer momento. Restaurantes que no requieren de sofisticación ni de una alta cocina para brillar. Lugares que suman, que van más allá de lo gastronómico y que hacen de la comida y todo lo que ella conlleva, en un ejercicio cultural, que abraza y que llena el alma. Como esas películas europeas, lejos de la parafernalia de Hollywood y que brillan por su autenticidad, por su simple humanidad.
Ya lo decía en mi primera nota sobre Silabario, este es un lugar para volver. En mi quinta visita a lo largo de un año, me encontré con una nueva mano en la cocina, igual de sabrosa pero más jugada. Acaban de renovar su carta, con platos que se mantendrán durante todo el verano, como siempre, respetando la estacionalidad del producto. Y como este es un lugar para compartir, la mitad de su oferta está compuesta de preparaciones para que cuatro o más manos se peleen por su Sopa fría de tomate ($ 3.500), la cual también incluye pepino, pimiento rojo, pimienta y oliva; o por sus Ajíes rellenos ($ 6.000), con gratín de queso de cabra y hongos, quínoa y ceviche de hongos, además de gratín de hongos y queso mantecoso, mostaza naranja miel y almendras tostadas para el toque crunchie.
Al caer la tarde – ojo que de martes a viernes abren a las 19 hrs -, imperdible es el Escabeche de lengua de cordero ($ 6.000, en la foto anterior), la cual proviene de animales de pastoreo, libres de antibióticos y hormonas; un plato fresquísimo, elegante y de notable sabor, y que además incorpora láminas de betarraga, sésamo y hojas verdes, completando una rica sinfonía de texturas. En los frutos del mar, que desde siempre han trabajado muy bien, destaca el Róbalo a la grilla ($ 10.000), el cual llega con el punto de cocción perfecto y acompañado de espárragos salteados, o si se prefiere, junto a una fresca y muy cremosa humita con albahaca, sin azúcar y con choclos molidos en un viejo molinillo instalado en su misma cocina.
Hay mucho que probar en su nueva carta, pero también hay clásicos de la casa que se mantienen y que se van adaptando según los productos de la temporada. Es el caso de La Enjundia ($ 12.000, en la foto anterior), una generosa tabla que trae tanto cariño como sabor: arrollado de cerdo, malaya natural, ajíes rellenos, quesos de oveja, cabra o vaca, catuto, milcao, ceviche de hongos y empanada frita de pernil. Dependiendo del día – y por lo tanto de la disponibilidad de productos -, hay algunos componentes que pueden variar, y ahí aparecen por ejemplo otras delicias como el charqui de cabra, los higos o el millokín, antigua receta mapuche a base de puré de arvejas.
¿Y el postre? No los encontrarán en su carta, ya que varían todos los días según la disponibilidad de las materias primas. Pregunten por el Flan de Castaña ($ 4.000, en la foto anterior), y si tienen suerte, probarán entonces una delicia que a la primera cucharada los llevará al cielo. Muy bien armado, con una textura y sabor increíbles. Uno de los postres del verano. En fin, si a esto le sumamos una pequeña pero notable selección de vinos chilenos – en su mayoría etiquetas de autor -, muy consecuente a su propuesta, su bella y acogedora terraza interior – un hit por las noches – y sus ciclos de música, Silabario sigue siendo toda una experiencia. ¿Hace falta algo más? Eso sería quedarse a dormir.
Silabario.
Lincoyan 920, Barrio Italia, Ñuñoa.
Teléfono 25025429.
Horario. Martes a Viernes de 19.00 a 00.00 hrs / Sábado de 13.00 a 00.30 hrs / Domingo 13.00 a 16.30 hrs.
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