
Diecisiete años de vida cumple este lugar, y lo hace con una propuesta fiel a su espíritu original: ser un oasis dentro del barrio Manuel Montt con una cocina que toma platos tradicionales y los adapta bajo su mirada particular.
La calle Manuel Montt es uno de los barrios gastronómicos que más ha mutado durante los últimos años. Un espacio que pasó de ser el refugio de algunos restobares de vocación pos universitaria, a convertirse en una avenida donde bares y restaurantes peruanos dominan.
Entremedio de este panorama, encontramos además una inusual cantidad de espacios donde las gastronomías del mundo se hacen presentes; desde la cocina turca de Meze hasta los sabores indios de The Raj, con paradas en la cocina brasileña del Malandros y el Muqueca.
Uno de los que emergieron hace tiempo en esta colorida embajada es Pad Thai, tal vez el primer espacio que se aventuró con la cocina tailandesa en formato más cercano en la capital.

Hay cosas que no han cambiado desde su debut hace ya 17 años, como ese envidiable patio interior, un verdadero oasis en medio del mar de datos y bocinas de la calle, o el aire zen que se siente apenas entrar al lugar.
En cuanto a platos, la carta se la juega por algunos de los clásicos de esta gastronomía, con grandes éxitos y algunas versiones que, más que recetas de autor, se ven con adaptaciones de los sabores thai.

Partimos el almuerzo con unos Satay de Pollo, pequeñas brochetas de pollo marinado, cocinado a la plancha y servidos con salsa de maní que acá se sintieron tímidas en su sabor, con una salsa que se hubiera disfrutado mejor si fuera más intensa.
La cocina de Tailandia es pródiga en las sopas, con un par de representantes de nivel mundial; así que pedimos la Tom Ka Ghai, caldo de pollo con leche de coco, láminas de champiñón, galangal, lemon grass, hoja de lima kaffir y cilantro. Sabrosa combinación que no defrauda, de fresco aliño, con texturas crocantes y un suave y delicado final dulce.

Los currys son otro de los platos que son casi obligatorios de esta cocina; guisos donde lo que mandan son los aliños por sobre las proteínas a los que vale la pena adentrarse de manera gradual y que en este restaurante se puede pedir con la carne que más guste: camarón, vacuno, cerdo o tofu.
Pedimos el Curry Kand Keow Kung, berenjenas asadas, pimientos verdes y albahaca fresca con camarones salteados al wok y cocinados en leche de coco; un plato de ligero picor y con una suave acidez que lo hace sentir algo más ligero. Un plato sabroso pero al que se le echó en falta tener sabores algo más ligados y una berenjena de mejor cocción.

El Pad Thai no sólo es el plato que da nombre a este lugar, sino que además la receta más conocida mundialmente y con una historia tan particular y polémica que da para un artículo aparte. Acá nos llegó un plato apegado a la tradición en sus ingredientes: Fideos de arroz bien hidratados, salsa de pescado, pasta de tamarindo, brotes de soja y maní molido acompañados de champiñones y tofu salteado. Abundante y contundente, algo pasado en el tamarindo y con una salsa algo sobre reducida.
Su carta de vinos es acotada, donde los blancos y rosados tienen el mismo peso que los tintos, algo que hace sentido, ya que los vinos más ligeros suelen ser los que mejor se llevan con las especias, los picores y las mezclas agridulces propias de estos platos.
Aparte, cuenta con una carta interesante de coctelería, con una pequeña sección de creaciones de autor.

Pad Thai tiene su público. Se ve que ha logrado cultivar a una clientela fiel durante su extenso camino, una que parece disfrutar el entorno y que le perdona los detalles de su cocina y otros descuidos como el mal estado del código QR para visualizar la carta o la barra que el día de nuestra visita hacía las veces de bodega.
Este espacio sigue siendo un buen refugio dentro del barrio, aunque un poco de orden en el salón y algo más de dedicación en cocina ayudarían a hacer que la experiencia de los nuevos comensales fuese más atractiva.
Pad Thai
Manuel Montt 231, Providencia.
@restoranpadthai