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Larga vida a Manso de Velasco

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Mientras probamos la cosecha 2012 de Manso de Velasco junto un notable plato de garrón de cordero, Miguel Torres Riera nos cuenta que en el año 1984, mientras buscaban tierras en la zona de Curicó, dieron con un campo en Molina cuyos viñedos ya tenían por entonces casi 100 años. La idea inicial era arrancar esas viejas parras de Cabernet Sauvignon y plantarlas de nuevo, pero tomaron la sabia decisión de conservarlas ya que algo les decía que de ahí saldría un gran vino. El tiempo les daría la razón. Hoy, a 30 años de su primera cosecha, Manso de Velasco – el primer vino ícono de Miguel Torres Chile – sigue un viaje que lo ha llenado de reconocimientos internacionales, siempre con el mismo carácter pero no por eso sin dejar de evolucionar. Es así como su cosecha 1990 sigue ahí, con un vino vivo, que huele a fruta negra madura, elegante y de rica acidez; mientras que su versión de 1996 se muestra más equilibrada, con taninos más amables y notas que bailan entre higos y chocolate. Es a partir de esta cosecha, que el proceso de maceración comienza a ser más largo, lo que sumado al uso de barricas de segundo y tercer uso, dan forma a un tinto aún más profundo. Claro ejemplo de ello es su tremenda cosecha 2006, llena de fruta roja, especias dulces y frutos secos. Sus taninos sedosos, le otorgan una especial elegancia, algo que contrasta con su hermano del 2009, un Cabernet más silvestre, de tanino algo rústico y notas que mezclan higos y matices de cuero. Al llegar al 2013, nos encontramos con un vino fresco y de cautivante complejidad, de mucha fruta roja y en donde también se dejan sentir notas a especias y laurel. En fin, un tinto goloso y muy gastronómico, que ya queremos volver a descorchar en unos 10 años más. Larga vida a Manso de Velasco.

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