Descubrir viñedos familiares que por generaciones estuvieron ocultos al resto del mundo del vino es un privilegio. Los últimos que he conocido están en el Valle de Almahue – en la zona del Cachapoal, 113 kilómetros al sur de Santiago – lugar que fui a conocer hace pocas semanas y en cuyos campos predomina la Carmenere. Cuenta con viejas parras que datan del 1930, cuando la Carmenere ingresó confundida entre parras de Merlot, por ello era conocida por aquel entonces como el “merlot chileno”. Pasaron los años hasta que en 1994, esos cuarteles de Merlot cuyas hojas se ponían de color rojo carmín, se identificaron como una de las variedades clásicas de Burdeos, hasta ese momento olvidada más que extinta. En este mismo valle alguna vez creció con fuerza la uva País y la Moscatel, por lo que se decidió regar el rulo aledaño a estas parras; así nació la necesidad de transportar agua, para lo cual el maestro de campo diseñó una azuda o rueda hidráulica para elevar el agua del canal Almahue, que en ese sector corre a mucha profundidad por el socavón después del túnel. Esa primera rueda funcionó y lo sigue haciendo a la perfección regando más de 60 hectáreas.
En total son 300 hectáreas de Carmenere, de aquellos que se cosechan temprano en marzo, y de los cuales se logra un equilibrio significativo en copa, las notas pirazinicas son acompasadas y apoyadas con frutas, y buena acidez. En este viaje conocí tres proyectos, que si bien no todos producen sus vinos en este hermoso valle, comparten la mano del mismo enólogo, Felipe Uribe; Viña La Prometida, Clos de Luz y Andes Plateau. Vinos sabrosos, con identidad marcada, los cuales llegan a nuestra copa a través de fermentaciones espontáneas, guardas en barricas usadas, y un buen trabajo en terreno. ¿De lo probado? En el caso de Andes Plateau destaca 700, blend cuyas uvas provienen de dos viñedos – uno en el Cajón del Maipo y otro en Alcohuaz -, un vino frutoso y elegante, redondo en boca y de final largo, realmente un gran vino. Clos de Luz, cuyas uvas si nacen en Almahue, cuenta – además de una Garnacha llamada Azuda – con Massal 1945, un Carménère para amar, honesto, fácil de beber, de buena estructura y equilibrio. La Prometida y su línea Revoltosa, cuenta con distintas variedades – todas del Maule – siendo el Syrah un vino de fruta asegurada en nariz y boca. Distintos estilos, para tres viñas que más que el terroir, comparten una misma alma.